lunes, 17 de noviembre de 2008

Lucía Cognigni de General Villegas nos envía su cuento!!

El relato del escritor


Abrió los ojos lentamente, se desperezó y miró hacia la ventana, el sol asomaba entre unos nubarrones grises. Miró su reloj y se sorprendió al ver que tan solo eran las 6:30 de la mañana. Se vistió y bajó las escaleras, su madre estaba en la cocina, tenía un pijama de invierno rosa viejo y estaba preparando el desayuno. No notó su presencia hasta que se sentó dejando caer todo su peso en la silla, entonces se acerco y lo besó en la cabeza

- Buenos días, ¿Por qué te levantaste tan temprano?... no salimos hasta dentro de dos horas- dijo

- Ya sé pero no tenía más sueño-

- Bueno, ahora te sirvo el desayuno-

- ¿Y papá?

- Está cargando las cosas en el auto

- ¿Tenemos que ir?- preguntó

- Nyclas no quiero hablar más del tema- dijo seriamente- tu tía fue muy amable en invitarnos y sabés que vive sola y necesita compañía

- Bueno…

Su madre le acarició la cabeza y preguntó en un tono más amable:

- ¿Preparaste tus cosas?

- Sí , lo hice anoche

- Bien, creo que ya está listo el desayuno

Le sirvió una taza de chocolate y subió las escaleras. Él se quedó pensando, no tenía nada de ganas de pasar las vacaciones de invierno en la casa de su tía. Pero como ya había asumido que iria decidió no complicar más las cosas, después de todo, sólo eran dos semanas.



A las 8:30 estaban saliendo de la ciudad. No habían pasado más de 15 minutos cuando el suave movimiento comenzó a adormecerlo. Se estiró cuanto pudo en el asiento trasero y se quedó dormido.

Alrededor de las tres horas de viaje por la ruta, su padre dobló por un camino secundario de tierra. El auto comenzó a moverse bruscamente y Nyclas se despertó.

- ¿Ya llegamos?-preguntó arrastrando las palabras

- En unos 15 minutos

Se quedó mirando el horizonte y 15 minutos después pudo ver una enorme y antigua casa en medio de la nada.

El auto se detuvo lentamente en la entrada, sus padres se bajaron y subieron los escalones de piedra de la entrada. Al ver que él seguía en el auto su madre le hizo señas desde la puerta. Desganado bajó del auto y caminó hasta las escaleras mirando hacia abajo y con las manos en los bolsillos del jean

Tocaron a la gran puerta doble y unos minutos más tarde les abrió una señora con el pelo revuelto y vestida de forma extravagante. Su madre la abrazó alegremente y su padre también, la señora se acercó a él sonriendo y lo abrazó tan fuerte que Nyclas sintió que se que se le iban a salir los pulmones por la boca. Luego de soltarlo le dijo

-Estoy tan feliz de que hayas venido, pensé que no querrías venir- hizo una pausa-bueno vamos todos adentro, me estoy helando

Al atravesar la puerta, un desagradable y conocido olor lo invadió. Era un olor dulzón a medicina y muebles antiguos mezclado con las sofocantes fragancias de los muchos sahumerios que su tía solía encender. La verdad no sabía por qué todos le llamaban “tía” ya que en realidad esa mujer no era familiar suyo ni de sus padres. Ella había sido la mucama de su abuelo Alfred, un famoso escritor al que habían asesinado 6 años atrás. Con el tiempo Sussan llegó a ser como de la familia y cuando el escritor murió se descubrió que en su testamento le había dejado su casa a Sussan, lo que no le importó mucho al resto de la familia porque a ellos les había dejado su fortuna.

La casa había sido enorme y hermosa pero ahora lucía algo lúgubre y sucia. Una fina capa de polvo lo cubría todo y en el techo había varias telarañas. La sala era inmensa y con dos grandes ventanales al fondo adornados con gruesas cortinas rojas. Las paredes estaban pintadas de verde musgo con unos toques de verde oscuro. Había unos grandes y cómodos sillones blancos con una mesa ratona en el medio. Su padre bostezó y dijo:

- Si no te molesta Sussan, me gustaría acostarme un rato, estoy muy cansado

- Sí, yo también- dijo su madre

- Claro que no me molesta, queridos, síganme ahora les muestro su cuarto, también me voy a acostar- dijo su tía

- Yo no tengo sueño

- Bueno, cielo, si querés podés dar una vuelta por la casa, siempre se encuentra algo nuevo

Y diciendo esto condujo a sus padres por un pasillo hacia su dormitorio. Él se paseó un poco por la sala y se fue por un pasillo a la derecha, entró en varias habitaciones y no encontró nada interesante, al final del pasillo había una pequeña escalera y decidió subirla. El piso de arriba estaba más descuidado, tenía una alfombra verde oscuro rota en varias partes y la pintura de las paredes saltada. Entró en un pequeño cuarto donde había varias cajas de juegos de mesa apilados en una esquina y una pequeña mesa con un rompecabezas a medio armar. Al final del pasillo vio una puerta diferente, era grande y tenía una placa de bronce que le llamó mucho la atención, en ésta se leía “Alfred Grembel”

- Mi abuelo- susurró

Empujó cuidadosamente la puerta y encontró una oficina en perfecto estado. La alfombra estaba impecable y había un gran escritorio de roble en el centro con una pequeña lámpara de vidrio verde encima. Al fondo, una enorme biblioteca llena de libros antiguos. Se acercó intrigado y tomó uno que le llamó mucho la atención, era pequeño y forrado en terciopelo azul oscuro. No tenía título ni ilustraciones. Se lo guardó en el bolsillo y volvió a bajar a la sala



Se acostó en uno de los sillones y se puso a hojearlo, se sorprendió al ver que estaba escrito a mano. En la primera página estaba la firma de su abuelo, el corazón le dio un vuelco, sintió una mezcla de emoción y angustia. Él había querido mucho a su abuelo y cuando vio esa firma lo invadieron toda clase de recuerdos sobre él, su profunda voz, sus anteojos cuadrados, el chaleco a rayas que tanto le gustaba, y que siempre se enojaba cuando su abuelo lo llamaba “pulga”.

Los ojos se le anegaron en lágrimas. Se las secó con el puño de la campera y comenzó a leer las primeras páginas. La ilusión novelesca lo ganó casi enseguida, su abuelo escribía increíblemente bien y a cada palabra se sumergía más en ese mundo ficticio. Se quedó leyendo varias horas, no podía dejar de hacerlo, tenía la extraña sensación de saber de antemano lo que ocurriría en la página siguiente y no sabía por qué. Estaba seguro de que no conocía la historia porque nunca antes había leído algo escrito por su abuelo.

Cuatro horas después de empezar a leer el libro sus padres y Sussan se levantaron, él decidió dejar de lado su lectura porque habían comenzado a dolerle los ojos. Se los frotó y volvió a guardar el libro en su bolsillo justo cuando los tres llegaban a la sala

- ¿Encontraste algo interesante, Nyck?- le pregunto Sussan

- Sí, estuve intentando armar un rompecabezas en uno de los cuartos de arriba- mintió

- Yo empecé a armar uno el otro día pero me aburrí, nunca he sido buena en eso- sonrió- ¿quieren ir a tomar algo a la cocina?

- Bueno, no nos vendría mal- respondió su madre

-¿Nos acompañas Nyck?

- No gracias, no tengo hambre

Los tres se fueron hacia la cocina. Él metió la mano en su bolsillo y sacó el libro nuevamente, ya iba por las últimas páginas, cada detalle de la trama acerca de un soldado de la guerra civil que se había convertido en escritor estaba guardado en su mente.

El libro sólo tenía una página más, el hijo de un soldado que el personaje principal había matado en la guerra civil lo tenía acorralado en su oficina, le apuntó con un arma y le disparó al corazón

El libro no decía nada más, solo había unas pequeñas y misteriosas salpicaduras de sangre. El final no le había gustado para nada, así que tomo una pequeña lapicera de la mesita y agregó:

“el hijo del soldado saltó por la ventana y se suicidó, el escritor se quedo inmóvil en el piso unos segundos esperando, luego se levantó y se sacó de debajo del chaleco a rayas una cruz de plata torcida con una bala incrustada en el centro. El disparo había golpeado en la cruz que había salvado la vida del escritor quien se sentó a su escritorio a pensar su próxima novela”

Releyó lo que acababa de escribir, no era muy bueno, pero le parecio mejor que el anterior... y subió las escaleras hasta lo oficina de su abuelo. Abrió la puerta y casi se desmaya al ver a un señor de anteojos cuadrados y chaleco a rayas sentado detrás del escritorio quien le dijo :

-Gracias “pulga” me gusta más tu final, serás un gran escritor algún día… igual que yo- el viejo sonrió amablemente y Nyclas pudo ver colgando de su cuello una cruz de plata torcida con una bala en el centro.



Willow Stritcher

1 comentario:

LAO dijo...

No nos conocemos, me gustó mucho este cuento. Muy buen final. Si querés visitá mi blog. Que tengas un buen año y algo más!